¿No te pasa que si te dejas llevar por lo que lees aquí y allá, casi que no sabrías qué comer…?
En los últimos años se vive un auge de la alimentación consciente y responsable. Cada vez son más las personas que por un motivo u otro se preocupan y se ocupan de seguir una alimentación saludable, tanto para ellas mismas como para sus hijos.
Tradicionalmente, las pautas de una correcta alimentación nos venían dadas por la investigación científica oficial en forma de libros o enciclopedias, o bien de la mano de profesionales sanitarios de atención primaria. Las fuentes eran más o menos escasas y había un consenso aparente sobre lo que resultaba mejor comer para el adecuado crecimiento y funcionamiento de nuestro cuerpo y de nuestra mente.
Sin embargo, la falta de honradez y transparencia puesta de manifiesto en ciertas ocasiones por algunas instituciones o por la industria alimentaria en torno a la nutrición y alimentación humanas (que no dudan en hacer un uso a veces tendencioso de la evidencia científica) ha ido dando pie a que cada vez exista una mayor demanda por parte de las personas de vías alternativas de información para garantizarse una correcta alimentación.
La bibliografía sobre el tema es extensa y se ha multiplicado en los últimos años, pero por accesibilidad y comodidad internet es, para bien o para mal, el lugar preferido hoy en día para documentarse al respecto…
Y sobre alimentación en la red te encuentras con información de todo tipo y para todos los gustos (nunca mejor dicho). El abanico de ofertas para alimentarse saludablemente es cada vez más amplio. Que si sólo hay que comer verduras, haciéndote vegetariano. Que si la mejor opción es la dieta paleo que recomienda la ingesta de alimentos no procesados (carnes y verduras frescas) excluyendo los cereales. Que si la dieta alcalina puede ayudarnos a prevenir y tratar un sinfin de enfermedades. Que si los cereales son insustituibles porque constituyen la base de la pirámide nutricional…
En definitiva, al final no sabemos a qué atenernos si lo que queremos es alimentarnos bien.
Desde luego que no voy a ser yo quien diga aquí qué es lo que hay que comer y qué no. Ese no es el propósito de este artículo. Pero sí que me gustaría hacer un llamamiento a la prudencia respecto a los consejos y orientaciones que recibimos en la red, muchas veces emitidos por agentes desconocidos (hay mucho anonimato irresponsable escondido detrás de numerosos blogs y páginas webs) que no apoyan sus afirmaciones en evidencia científica alguna (y cuando lo hacen, ésta es incompleta o sesgada). Recomiendo ser selectivo respecto a las fuentes consultadas, tratando de identificar el organismo, corporación o autor que hay detrás de cada publicación, de modo que podamos hacernos una idea de la mayor o menor imparcialidad o posible tendenciosidad de los datos y argumentos que nos transmiten.
Busca, infórmate, contrasta, selecciona…
Un segundo aspecto que me parece también muy importante en relación a este tema es que, en mi opinión, hay que permitirse un espacio para la propia experimentación. Dentro de los márgenes que nuestro estado de salud nos permita, conviene tener un sentido abierto y empírico para tratar de averiguar qué es lo que nos sienta bien y lo que no funciona. Lo que es válido para muchos no lo tiene que ser necesariamente para cada uno de nosotros. Esta idea la debemos tener presente también cuando tratemos de aconsejar a otras personas.
Experimenta y aprende también por tí mism@
No quisiera terminar este artículo sin hacer mención a algo que me pasa a mí en relación a la cuestión que nos ocupa. Y es que me suele ocurrir que cuando como un alimento que sé que es saludable para mí, mis sentidos tienden a percibirlo como más agradable desde el punto de vista organoléptico. Es decir, que el hecho de saber que es bueno o que me va a sentar bien, hace que me resulte más apetecible y rico. En cierta medida esto puede ser debido a una suerte de condicionamiento mediante el cual las propiedades sensoriales del alimento quedan asociadas al bienestar resultante (real o esperado) de su ingesta. Mis sentidos parecen abrirse en estos casos a la riqueza de matices sensoriales del alimento y colorean con mayor intensidad la experiencia de comerlo. Sea de una forma o de otra, lo que sí es cierto es que el disfrute que me reportan los alimentos que valoro más positivamente desde un punto de vista nutricional suele ser significativamente mayor.
¿Te ha pasado o te pasa a ti lo mismo…? ¿No crees que puede ser una buena ayuda para conseguir comer mejor? ¿Qué opinas?
Permítete descubrir el placer de comer sano
En resumen y para finalizar, ser conscientes de cómo nos alimentamos es una actitud positiva a fomentar ya que nuestra salud y nuestro bienestar dependen en gran parte de lo que comemos.
Mi consejo al respecto de una alimentación consciente sería: busca, infórmate, contrasta, selecciona, pero no te olvides de experimentar y, sobre todo, de disfrutar cuando comes.
GRACIAS POR TUS APORTACIONES FERNANDO
.
Gracias a ti, Conchi, por tomarte un tiempo para leerme. Son pequeñas reflexiones que me apetecía compartir. :-)